La urbe ducal
Tras habernos aproximado a lo que es la clausura monástica y adentrado en su historia y vínculo con la Casa de Feria, hora es ya de conocer la ciudad en la que se encuentra. Para comprobar cómo el ascenso nobiliario de los Suárez de Figueroa, primero Señores, luego Condes y, por último, Duques de Feria, es afín al desarrollo de Zafra. Si su trazado urbano es medieval, desde finales del siglo XVI se despliega todo un programa de intervenciones arquitectónicas y de encargos artísticos que buscaban convertirla en una villa ducal. LA FORMACIÓN DE ZAFRA El poblamiento del área zafrense es muy antiguo, se remonta a la prehistoria, pero su historia urbana comienza cuando Fernando III el Santo conquista la fortaleza musulmana de El Castellar (1241). A comienzos del siglo XV, se trazan las líneas maestras del desarrollo urbanístico de Zafra: su forma almendrada es característica de muchas villas medievales y deriva de la muralla urbana que se construye con la doble misión de proteger y fiscalizar a sus vecinos, artesanos y comerciantes, y viajeros. El núcleo primitivo se hallaba alrededor de la Plaza Chica, surgiendo la Plaza Grande en el siglo XVI. Los Feria favorecerán su progreso industrial y mercantil, apoyado en una incipiente burguesía, como complemento de un entorno agroganadero. Si el comercio y los mercados encontraron su marco en los soportales de las plazas, las ferias ganaderas lo hallaron extramuros, en el campo de Sevilla. LA VILLA DUCAL En 1567, los Suárez de Figueroa alcanzaban la dignidad ducal y la Grandeza de España. La concesión supuso un nuevo impulso al progreso de la villa, que se manifiesta en un intenso programa de mecenazgo para conseguir que su imagen fuese fiel reflejo de su alta autoridad y posición social. La actuación conjunta de los Feria para transformar a Zafra en una villa ducal se concreta en actuaciones como la reforma y ampliación del viejo alcázar condal y su unión a la iglesia y convento de Santa Marina, que reedifican al tiempo, para conseguir un conjunto palacial acorde con su nueva dignidad. En la culminación de las obras de la iglesia mayor y en su elevación a colegiata, dotándola con nuevos edificios y obras de arte como correspondía. En la reforma o ampliación de los conventos y hospitales acogidos a su patronazgo, y la dotación de nuevos ornamentos para sus iglesias. No cejan en plantear proyectos educativos, como la fracasada fundación de una Universidad, o económicos que no alcanzan las metas deseadas. Y no faltan programas de representación, aunque esencialmente fueron ceremoniales litúrgicos, ya que no cuajó la institución de una corte ducal dado el continuado absentismo de los titulares empeñados en su carrera política o militar. En definitiva, todo un programa de renovación que sigue las pautas de las intervenciones de la alta nobleza española de la época y el único de estas características que se desarrolla en Extremadura. LA VILLA CONVENTUAL Desde su asentamiento en Zafra, los Suárez de Figueroa favorecen el nacimiento de monasterios de las órdenes mendicantes, franciscanos y dominicos, que acogen bajo su patronazgo. Intramuros de la villa se asientan los de monjas: de clarisas de Santa Clara y Santa Marina, de terciarias de La Cruz y de dominicas de Santa Catalina y Regina Coeli. Extramuros se levantan los de frailes: franciscanos de San Benito y San Onofre y dominicos de la Encarnación y Santo Domingo. Solo en el XVIII nace, extramuros, en el barrio de los Mártires, el de monjas carmelitas de Santa Teresa. Mas si todos estos conventos se consolidan, los Feria no conseguirán una de sus metas más preciadas fundar un Colegio de la Compañía de Jesús. |
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